2.15.2011

No tenía por qué creerlo. No tenía cómo explicarlo ni quería hacerlo. Era una especie de cúmulo en su cabeza en forma hexagonal que se parecía a la palabra pluscuamperfecto y terminaba en x o y.
Empezaba a cansarse de vestirse de Prada y tener el corazón forrado de papel albal.
Las piernas cada vez las tenía más delgadas y las manos resecas y blancas como los folios.
Asco se daba Madeleine cuando se levantaba y no sabía cómo alisar esos mechones rebeldes que se agrupaban como un nido en las puntas.
La verdad es que desde hacía 2 años vivía el mismo día a día siempre, monotonía perfecta, y ya le parecía ilegal.
Quizás tenía algo metido entre las sábanas que la hacía llorar y desvelarse cada noche por lo menos 3 horas, o quizás le gustaba llorar para desahogarse y utilizar 3 horas para pensar...en el ser humano...pero sólo quizás.

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