2.28.2011

Mariposas

Trece de Octubre de aquel año helado. Una mesa, el estómago era una maraña de nervios y empezó a morderse las uñas. Qué bien. Había estado estudiando todo el mes para ese exámen y ahora no se sabía nada.
Era increíble como en un segundo puedes notar frío y calor en los huesos intermitentemente.
El profesor entró y cerró la puerta bruscamente. Siempre lo hacía cuando empezaba un exámen.
Micòl le tenía mucho miedo hoy sobretodo, nunca había estado tan nerviosa.
-Recordad, chicos, que éste es el exámen definitivo. Me marcharé hasta el siguiente trimestre por asuntos familiares y no podemos retrasarlo más.
Odiaba que en todos los exámenes les recordase que no podía retrasarlo más. Se puso aún más nerviosa.
-Lo reparto y no le dais la vuelta hasta que yo lo ordene, ¿entendido?
Todo el mundo asintió, aunque luego la curiosidad les hacía cosquillas y levantaban un poco la hoja de papel y se decían entre ellos lo poco que habían leído.
Micòl recibió su exámen y tragó saliva.
-Muy bien - dijo en voz baja - tú no vas a suspender, Micòl, tú puedes con una hoja de papel. Porque es sólo eso, una hoja de papel.
-Darles la vuelta y mucha suerte.
Empieza el tiempo. Pregunta uno. El corazón se acelera. Empieza a sudar. Mierda. ¡Mierda! Se la sabe. Sonríe. Contesta. La repasa. Perfecta. Se tranquiliza un poco. Lee todo el exámen. Genial. Es lo que mejor se sabe. Sonríe más y finge pensar para que el profesor no piense que está copiando. Termina. Mira el reloj.
-"Soy genial" - se dice - "Me sobran diez minutos"
Entrega el exámen y le dice al profesor que echará de menos sus explicaciones y que le verá en el segundo trimestre.
Espera diez minutos dibujando un caballo y una niña pelirroja con alas de mariposa subida en él, galopando.
Toca el timbre.
Salió todo el mundo y ella, como siempre, se quedó la última recogiendo (y eso que le había sobrado tiempo), ya parecía que lo hacía por costumbre.
El profesor abandonó el aula antes que ella, y cuando Micòl salió por la puerta, mirando al suelo, unos zapatos negros llamaron su atención.
-Hey, Petit, ¿cómo estás hoy? ¿Has vuelto a perder la pelota azul?
Era él. El chico con ojos de rayos X.
-Yo...yo...No, hoy la he dejado con Calcetines.
-¿Quién es Calcetines?
-Mi gato
Él la sonrió y volvió a examinarla.
-Hoy estás diferente al otro día...
-Ohm, ya... ¿Sabes? No deberías estar aquí, eres mayor.
Él se rió.
-Mi horario ha terminado ya, y me apetecía verte.
Un chico le llamó desde la escalera:
-Dimitri, mira lo que ha encontrado Joan en el laboratorio.
-Ahora voy - la miró y sonrió - bueno, el deber me llama.
-¿El deber?
-Era una forma de hablar, tonta.
-Ah, claro.
-Bueno, que te vaya bien, Petit.
La guiñó el ojo. Se dio la vuelta y Micòl, sin ser consciente, sonrió.
"Y me apetecía verte" Resonaba en su corazón.
Maldita pelota azul marino.

2.15.2011

No tenía por qué creerlo. No tenía cómo explicarlo ni quería hacerlo. Era una especie de cúmulo en su cabeza en forma hexagonal que se parecía a la palabra pluscuamperfecto y terminaba en x o y.
Empezaba a cansarse de vestirse de Prada y tener el corazón forrado de papel albal.
Las piernas cada vez las tenía más delgadas y las manos resecas y blancas como los folios.
Asco se daba Madeleine cuando se levantaba y no sabía cómo alisar esos mechones rebeldes que se agrupaban como un nido en las puntas.
La verdad es que desde hacía 2 años vivía el mismo día a día siempre, monotonía perfecta, y ya le parecía ilegal.
Quizás tenía algo metido entre las sábanas que la hacía llorar y desvelarse cada noche por lo menos 3 horas, o quizás le gustaba llorar para desahogarse y utilizar 3 horas para pensar...en el ser humano...pero sólo quizás.